Tronista.

La tronista está llorando. ¿Qué le pasará a la tronista? Es joven, guapa y tiene un cuerpo escultural. Los focos la apuntan, la cámara cierra el ángulo en un primerísimo primer plano de su cara. La presentadora, alertada por la aparición de la primera lágrima, empieza a salivar mientras le pide a la mujer que saque lo que lleva dentro.

¿Por qué llora la tronista? ¿Será porque ha leído los periódicos o visto los informativos? Puede que, por error, haya sintonizado cualquiera de esos canales que han proliferado gracias a la TDT, los cuales emiten tertulias infinitas donde se sientan unos señores muy bien puestos, repeinados, con bigotito que llevan arreglando España desde los micrófonos desde hace un par de años. Señores que, por otro lado, empresa que han cogido, o puesto que han ocupado, ha sido básicamente para enriquecerse y medrar en el mundo de los negocios. Todos, por supuesto, son de derechas. Y orgullosos de serlo. De vez en cuando sientan con ellos a una mujer o a uno que dice ser del PSOE para hacer bulto.

Pero no creo que sea por esto por lo que llora la chica.

¿Será, tal vez, que se ha paseado por Madrid? Seguro que ha visto las luces navideñas que ya inundan la capital. Incitándola a que se compre unos modelitos con el dinero que no tiene. Y por supuesto, en el resto de España, expertos como somos en medirnos el pito, ya empiezan a encenderse los alumbrados que nos ponen una pistola en la sien para que seamos felices. Para que nos olvidemos que con el dinero que se están gastando en alumbrados faraónicos se podrían crear puestos de empleo que alivien un poco la situación. Pero, eh, JO JO JO JO, Papá noel is coming.

Pero también descarto esta opción, la tronista está llorando a lágrima viva y no es por las tertulias de extrema derecha ni por el despilfarro en iluminación. Seguro que es porque ha abierto los periódicos y ha visto el caso EMARSA, organismo de la comunidad valenciana que dilapidó tan ricamente miles de euros en regalos de lujo, o tal vez ha reparado en los 38000 euros que cobran en dietas los políticos en Barcelona, con su alcalde a la cabeza, por acudir a reuniones rutinarias las cuales no requieren prácticamente desplazamiento. O a lo mejor está viendo cómo al ministro de fomento se le pone la cara del color de su apellido cuando ha visto que puede ser imputado en el caso campeón por tráfico de influencias. O el caso Urdangarín, ese hijo de puta que tenía la vida solucionada por haber dado el braguetazo con la Infanta mejor agraciada física e intelectualmente, y que sin embargo ha decidido cobrar comisiones ilegales cuyas cifras sonrojan.

O a lo mejor llora porque ha estudiado una carrera, ha hecho un máster, se ha presentado a decenas de entrevistas de trabajo y lo único que ha conseguido es ser contratada por el sueldo mínimo y una categoría laboral reconocida por debajo de la que debería. Pero no, seguramente esta muchacha no tenga estudios.

Puede que esté derramando lágrimas porque si alguien la toma como ejemplo representativo de la juventud, entenderá que todos los jóvenes somos imbéciles adoctrinados en el culto al cuerpo, sin cultura ni ganas de tenerla, y con una simpleza en las ideas que discutir con un preescolar aburriría a este último.

Pero no, estoy equivocado. La fulana llora porque un poligonero que logró dejar atrás el mundo de las drogas, que dice haiga y asín no la quiere y se ha líado con otra. Y por exhibir esa historia en televisión está cobrando dinero.

Nunca ser puta fue tan rentable en España.

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